TERTIO MILLENNIO ADVENIENTE

26 de agosto de 1996 

            Excmo. y querido señor obispo diocesano, Excmos. y queridos señores obispos de Guadix, de Plasencia y de  Bilbao, queridas monjas carmelitas, antiguas conocidas de este monasterio de la Encarnación, y queridos hermanos todos en Jesucristo.

“Véante mis ojos”

Aunque solo fuera para oír cantar esa plegaria, “Véante mis ojos, dulce Jesús bueno, véante mis ojos, muérame yo luego”, merecería la pena entrar en esta iglesia, un día como hoy y en este ambiente, sin ruidos, rodeados de estos muros fuertes del monasterio de la Encarnación, en el que tantos años vivió Santa Teresa, hasta que de aquí salió para hacer la Reforma, empezando por edificar o arreglar un conjunto de pequeñas casas, muy míseras y penosas, en el monasterio de San José. Estos cantos vuestros, queridas monjas carmelitas, solo se pueden oír aquí, y parece que brotan entre peñascos y flores como si fuera un vaso de agua fresca. Lo mismo siempre, pero no cansa nunca. Lo que sí podría cansar es el predicador de la Transverberación, porque son ya muchos años seguidos los que llevo viniendo, pero vosotras me hacéis esa merced llena de benignidad y de atención, y así impedís vosotras el cansancio que pudieran sentir los demás oyentes. Yo estoy con mucho gusto, aunque sea por poco tiempo.

Tertio millennio adveniente

Y ¿sabéis lo que se me ha ocurrido hoy? Como ya no sé qué hablar después de 26 años seguidos, se me ha ocurrido que en lugar de ponernos a escuchar lo que podría decirnos Santa Teresa, mejor será pensar en lo que podríamos decirle nosotros a ella esta tarde.
Y así muy brevemente, madre Teresa de Jesús, quiero decirte, en nombre de todos los que estamos aquí, que supongo yo que en el cielo estás también pensando en una carta apostólica que el Papa Juan Pablo II ha dirigido a sus hijos de toda la Iglesia, de todo el mundo. Una carta que es el deseo de preparar a todos los creyentes, e incluso no creyentes, para un acontecimiento que está cercano ya. La carta se titula: Tertio millennio adveniente –En el umbral del Tercer milenio-, y se refiere a ese acontecimiento precioso, que vamos a conmemorar, si vivimos aquí en la tierra, dentro de tres años y cuatro meses: el nacimiento de Cristo.
Se cumplen los 2.000 años desde que nació de María Santísima en Belén. Y siempre y cuando llegan acontecimientos de esta índole y se conmemoran fechas tan explicativas y redondas, como en esta ocasión, suele haber jubileos; es decir, el Papa determina que bajo ciertas condiciones, puedan recibirse ciertas gracias. Esto es muy normal. En la Iglesia hay como un depósito inagotable de los méritos de Cristo y de los santos –solamente los de Cristo no pueden agotarse-, y el Papa tiene facultad, porque así se lo ha concedido el Señor con el poder de las llaves, de atar y desatar todo lo que sea preciso en orden a poder beneficiarse de las gracias que brotan de esos méritos de Cristo. Cuando llegue ese año del Jubileo, el año 2000, ya determinarán lo que hay que hacer para recibir las gracias singulares que se nos concederán.

2.000 de Jesús

Va a haber un movimiento en el mundo impresionante; acudirán a Roma millones y millones de personas no solamente católicas, no solamente cristianas, también hombres y mujeres de buena voluntad, más aún, hombres y mujeres de otras religiones. Se va a producir una como tensión espiritual en que, sin otra fuerza coactiva, que no existe, sino simplemente por el rugo del Papa, nos acercaremos unos a otros para festejar ese acontecimiento.
Y de la misma manera que en casa, si uno de nuestra familia cumple tal cantidad determinada de años se le hacen obsequios, se le rinde un homenaje, se le manifiesta un especial cariño, etc. –¡oh Dios mío!- al cumplir Jesús de Nazaret 2000 años, dos milenios, ¿qué corazón cristiano va haber que se resista a ofrecerle el homenaje de su amor? No lo habrá. Todos rivalizarán en arrodillarse para depositar un beso de amor y acaso recitar ese himno de San Pablo, “el amor no tiene límites; sin amor, todo es inútil” y, mirando a Jesús, podrán decir: he aquí la demostración y la prueba evidente de que estas palabras son verdad.
El Papa, en esa carta preciosa, nos pide a todos que nos preparemos bien, y señala dos fases. Primero, una fase ante-preparatoria en que nos pide que nosotros, los obispos y los sacerdotes, dispongamos el ánimo de las gentes, hagamos que su sensibilidad religiosa colabore ya desde ahora pensando en los grandes problemas de la Iglesia.

Santa Teresa, patrona de los escritores

¿No es cierto, madre Teresa de Jesús, que a ti te gustaba mucho hablar de la Iglesia?
De esta gracia del dardo que atravesaba su corazón no volvió a hablar, pero lo tenía muy presente; cuando le pidieron que escribiera su vida y también estos hechos extraordinarios, daos cuenta cómo conservaba la memoria de esta merced. Es uno de esos párrafos bellísimos, desde el punto de vista literario, que han hecho que se declare a Santa Teresa patrona de los escritores de lengua española, ¡qué bien redactado está! No me canso de leerlo. Cuando un día cualquiera mi espíritu tiene necesidad de leer a Santa Teresa, busco ese párrafo entre otros; es una maravilla de perfección literaria. De esto no volvió a hablar porque era ella la protagonista.
En cambio, de la Iglesia sí, porque era hija de la Iglesia, y su muerte se vio acompañada de esa frase inmortal: “Al fin, muero hija de la Iglesia”. Como la habían acusado de que hacía obras de reforma en la Orden del Carmelo, que eran inconvenientes, etc., y las acusaciones, faltas de delicadeza y no solo de exactitud, la señalaban como mujer excesivamente atrevida, que rompía los moldes de la orden a la que pertenecía, ella sufrió mucho con esas acusaciones, puesto que lo único que buscaba era una mayor perfección.
Por eso al final, cuando muere en Alba de Tormes, exhala el último suspiro de su corazón, diciendo esas palabras maravillosas: “Al fin, muero hija de la Iglesia”. De esto habló mucho.

Secularismo y pureza de la fe

Pues bien, Madre Teresa, el Papa nos pide algo que seguramente en el cielo también habláis entre los que estáis allí ya con el Señor. Nos pide que los cristianos, incluso, nos examinemos de cómo nos estamos librando del relativismo religioso de la época. De qué estamos haciendo para no caer en esa actitud tan poco digna del mundo de hoy: este confusionismo religioso. 
Nos pide que pensemos seriamente en esa necesaria confrontación entre el secularismo rechazable y la pureza de nuestra fe. Hay que velar por la pureza de nuestra fe. Ya tiene 2000 años en el mundo de hoy y ha habido muchos santos, muchos, y los hay, pero también hay peligros, y muchos sucumben a esta torpeza del secularismo que induce al olvido de Dios y le margina de nuestra sociedad. Empecemos a pensar por ahí, de esto tenemos que hablar y desde el cielo podrás bendecirnos.

La herejía luterana

Otro consejo nos da el Papa, que a ti, particularmente, madre Teresa, te agradará, tú que hablaste de los luteranos.
Ella dijo ciertas frases sobre los luteranos; era la irrupción del protestantismo, y ella no podía entender que hubiera quienes rasgasen la túnica sagrada de Cristo, rompiendo la unidad cristiana. Y se lamentaba en sus oraciones y exclamaciones al pensar que por Lutero había entrado en la Iglesia aquella herejía que tantos daños causó a la cristiandad.
Y el Papa ahora, ¿sabes madre Teresa, lo que nos pide? Que hagamos un esfuerzo para que este Cristo roto en mil pedazos vuelva a unirse: el ecumenismo. Y así, católicos y protestantes, sean anglicanos, calvinistas, presbiterianos, etc., volvamos a encontrar las bases de la unidad perdida. Y lo mismo los orientales, los que conservan casi todo, excepto dos o tres dogmas fundamentales. Quiere el Papa que pidamos mucho.

Acercamiento entre las religiones monoteístas

Yo he sabido –porque alguien muy próximo a él me lo refirió- que un día, hablando con tres o cuatro cardenales, se refirió el Papa Juan Pablo II a lo que había que hacer en estos años que faltan para el bimilenario del nacimiento de Cristo, y que les dijo (ya lo ha dicho él en alguna otra ocasión, por lo que no revelo ninguna indiscreción) en una efusión de su corazón: al final lo hermoso sería una reunión en el Sinaí de las tres religiones, los católicos y cristianos, los judíos y los musulmanes; y tras la reunión del Sinaí, todavía otra, en Belén, para postrarnos allí en la gruta en que nació Jesucristo. Y al decírselo a los tres que estaban con él, juntó las manos y se quedó como haciendo una plegaria silenciosa. Si eso se lograra ya estaría todo por su parte, ya también él podría morir y podría morir como Padre de la Iglesia.

Justicia social

Después el Papa –y termino porque nos haríamos interminables- dice que hay otro problema gravísimo; y tú, madre Teresa de Jesús lo entenderás muy bien desde ese cielo en donde ya no existen las diferencias sociales.
El Papa nos dice que debemos urgir y apremiar la sensibilidad viva de todo el mundo cristiano para que se despierte un afán incontenible de justicia social, para atender a los más pobres, a todos los marginados, a los que están sufriendo tanto, en tantos sitios.
Yo he estado hace un mes en Angola y he visto la situación de ese país como consecuencia de las guerras civiles en que está sumido, no de ahora, sino desde hace veintitantos años. Y he visto a los niños de la calle; así los llaman, porque no tienen padres; las guerras han hecho morir a sus padres y hay ejércitos de niños que andan por la calle y se acercan a cada uno de quien pueden esperar algo, extendiendo su mano y pidiendo un poco de pan. Un día uno nos traía en una caja de cartón, un pececito pescado en una laguna, un charco de los que había por allí de las últimas lluvias. Lo había pescado hacía una hora y el pobrecito quería venderlo, pensando que de esa manera quizá obtuviera una cantidad que le permitiera a él comprar otra cosa para comer aquel día.
Hay situaciones como para partir el corazón: la desigualdad social, las riquezas y el lujo, ese lujo escandaloso en que se consumen tantos y tantos perdiendo la limpieza de su corazón. Hay una doctrina que no es doctrina, no es más que actitud egoísta: los egoísmos de los acaudalados que lo tienen todo y no se dignan a mirar a los que no tienen nada. No puede ser que la Iglesia de Cristo continúe así, pero ¿qué va a hacer? Métodos violentos, no puede…

La verdad se propone, pero no se impone

Madre Teresa de Jesús –te lo digo para que habléis de ello en el cielo, tú y las personas con quienes quieras y puedas hablar-, el Papa dice que también hemos de fijarnos en evitar todo método intolerante o violento para imponer la verdad. Y dice que debemos pedir perdón de todo lo que a lo largo de la Historia hayamos hecho, precisamente con ese fin, creyendo que hacíamos un gran servicio, pero obrando e nombre de nuestros modos de pensar y violentando las conciencias, olvidándonos de una frase del Concilio Vaticano II: que la verdad solo se impone con la verdad, y haciendo que esta penetre suavemente en la mente y en el corazón de los que nos escucha, no con imposiciones tiránicas, no con procedimientos bélicos, no con luchas violentas.
Así, muchas más cosas dice el Papa, que vosotros podéis leer con provecho.

Jesús Crucificado

Yo ya me callo porque parece que es ofender a Santa Teresa de Jesús; ella en el cielo conoce perfectamente la carta apostólica que el Papa ha escrito.
Te la encomendamos a ti, madre del Carmelo, para que muevas el corazón de mucha gente y hagas que la Iglesia de Cristo, a la que tú también perteneces ahora en su fase triunfante, abra su corazón y haga que tantos hijos suyos, hagan la señal de la Cruz, se acuerden de Jesús crucificado, se postren ante Él y besen sus pies, escuchen lo que Él nos dice desde lo alto del Calvario y sigan allí un poco de tiempo, hasta que oigan allí un rumor… Es el de un ángel, es el rumor de un ángel, como el ángel que se acercó a ti con un dardo para traspasar tu corazón. Ahora es otro rumor, son varios ángeles y están abriendo la puerta del sepulcro donde estaba Jesús, y es que ya está para resucitar.

Cristo vivo en la Iglesia

¡Cristo ha resucitado! Cristo es un resucitado para siempre y su Iglesia vivirá para siempre. Lo que tiene que hacer es purificarse cada vez más, y lo que tenemos que hacer es ayudarla a esa purificación para que sintamos todos la alegría de acercarnos un poco a la dicha que tuviste tú, Teresa de Jesús, en este monasterio en que viviste tantos años, hasta salir de aquí para ir a aquel San José, pobrecito, como el niño que quería ofrecernos un pececito. (Así era San José de pobre, cuando Teresa de Jesús y otras fueron a empezar a vivir allí su vida). Alcánzanos la bendición de Dios y regálanos, tú que eras siempre tan generosa, con la dicha de que podamos felicitar a Jesucristo en la conmemoración de su nacimiento, volcando los mejores sentimientos que tengamos, en sus manos, y cogiéndoselas para besarlas y para, con ellas mismas, trazar una cruz de amor sobre nosotros. Nada más.

 

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