DON MARCELO GONZÁLEZ MARTÍN, UN GRAN REGALO DE DIOS

UNA CARMELITA
DE LA ALDEHUELA (MADRID)

El pasado 25 de agosto de 2004 descansó en el Señor el Cardenal Arzobispo Emérito de Toledo, Primado de España, Don Marcelo González Martín, una de las más grandes figuras de la Iglesia española contemporánea.

Pastor bueno y maestro fiel, fue solícito en atender a su grey, sacerdotes, religiosos y laicos. Su intenso amor a Jesucristo y su extraordinaria capacidad y prudencia dieron como espléndidos frutos, entre muchos otros, los florecientes seminarios de su diócesis toledana.

Don Marcelo, como todos cariñosamente le llamábamos, amó entrañablemente a Santa Teresa de Jesús y a su obra: el Carmelo Teresiano. Durante treinta y dos años fue pregonando su amor por la gran santa con su presencia y sus predicaciones llenas de fuego, cada 26 de agosto –fiesta de la transverberación del corazón de Santa Teresa- en el venerable Monasterio de la Encarnación de Ávila, donde la santa abulense recibió d  Dios esta gracia. El nombre de don Marcelo quedará vinculado para siempre al misterio del corazón transverberado de la Madre Teresa y de sus hijas.

Este profundo amor al Carmelo se remonta ya a sus primeros años de sacerdocio. En el año 1946, dirigió a una joven al Carmelo de Mancera de Abajo, donde era priora Santa Maravillas de Jesús. Algún tiempo después, la Madre, ante la imposibilidad de que la postulante siguiera en el convento, llamó a su director. Es ahora cuando se encontraron por primera vez la Santa y el futuro Cardenal. Ella se dio cuenta de que aquel sacerdote era fuera de lo común, y en una carta dirigida ala priora del Cerro de los Ángeles, hizo de él esta encantadora descripción:

“Por la tarde llegó su hermana (de la postulante) con el confesor, que es un niño de 27 años bonísimo de fervoroso, simpático y listo, peor que el pobre me decía: “Madre, yo le confieso que no tengo experiencia ninguna”.

Solo dos pinceladas para dar una idea de la veneración de don Marcelo por Santa Maravillas, y el rosario de alabanzas que él ha ido desgranando en honor de esta en sus homilías con motivo de diversas celebraciones de la Madre, o en algunos prólogos de obras dedicadas a ella. Expresiones como estas: “La M. Maravillas es una monja extraordinaria, de una vida santísima”; “entre los tesoros que el padre postulador (Simeón de la Sagrada Familia, O. C. D) ha tenido en sus manos para alcanzar la beatificación de la Iglesia, difícilmente habrá uno que tenga más grandeza que el de esta humilde monja, que consumió parte de su vida en este Carmelo de La Aldehuela”; “esta casa (La Aldehuela) es un foco de luz maravillosa, por el recuerdo que guarda de la M. Maravillas. Ella está influyendo sobre toda España, y aun sobre otros lugares del mundo donde se estima la vida religiosa en toda su pureza”.

Quedémonos, finalmente con unas breves líneas que don Marcelo dirigió a la M. Maravillas, en febrero de 1973, tras haber sido designado Cardenal por el papa Pablo VI: “Gracias, M. Maravillas. Hace muchos años que usted nos da lecciones de amor a la Iglesia en lo más puro que ella tiene”.

Y las carmelitas, agradecidas, concluimos: “A usted, don Marcelo, gracias por haber recordado al mundo la perenne actualidad de la obra de nuestra Santa Madre Teresa, por haber reafirmado que su Camino de Perfección vale hoy de la misma manera que valió ayer; gracias por haber amado tanto a la Iglesia y por habernos dado también esa sublimes lecciones”.

 

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