LA FUERZA DEL SACERDOCIO

Monseñor DEMETRIO FERNÁNDEZ GONZÁLEZ
Obispo de Tarazona

En mi primer año de sacerdote, hace ya diecisiete años, leí con fruición la biografía que don Marcelo había escrito acerca del beato Enrique de Ossó, un sacerdote de cuerpo entero. Y esa biografía don Marcelo la titula: “La fuerza del sacerdocio”. En ella aparece una de las venas más fecundas del alma de su autor porque aparece don Marcelo retratado en su amor apasionado por el sacerdocio católico, cuyas energías permanecen muchas veces ocultas en nuestras vida sacerdotales, y aparecen en todo su fulgor en la vida de un santo sacerdote como lo es el beato. A medida que van leyéndose esas páginas, el lector va contagiándose del entusiasmo con que han sido escritas.

Por otra parte, durante la celebración del Concilio Vaticano II apareció en Francia un libro titulado “¿Una Iglesia sin sacerdotes?”. Este libro reflejaba un grave problema que como marea negra se había extendido en muchos ambientes eclesiásticos: ante la crisis de sacerdotes en toda Europa, ¿no sería mejor pensar en una Iglesia sin sacerdotes? Cuando el mismo Concilio había puesto tanto énfasis en la promoción del laicado, ¿no sería una temeridad seguir insistiendo tanto en la necesidad del sacerdote para la Iglesia? se pretendía que la crisis en la que nos encontrábamos viniera a resolverse acudiendo más a la promoción del laicado que al fomento de las vocaciones sacerdotales.

Crisis sacerdotal

Cuando don Marcelo llega a Toledo, ene enero de 1972, se encuentra en nuestra diócesis con las funestas consecuencias de esta crisis sacerdotal que, como una erupción, se había extendido por toda España, y casi por toda la Iglesia universal. Las consecuencias eran desoladoras: abundantes secularizaciones y un Seminario Mayor con poco más de veinte alumnos. Don Marcelo percibió la seriedad del problema que estaba afectando a toda la Iglesia. y se tomó un tiempo largo para estudiarlo sobre el terreno de la diócesis que le era confiada. Consultó con muchas personas, habló despacio y a fondo con todos los seminaristas, oró abundantemente y reflexionó teniendo delante las ricas enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. Y, empleando año y medio en esta reflexión, publicó una carta pastoral, que afronta el problema en su raíz y propone cauces operativos para dar respuesta a la crisis planteada. La carta pastoral se titula: “Un seminario nuevo y libre, ¿más sacerdotes o más seglares?” (Toledo, septiembre de 1973).

El golpe fue certero. En esa pastoral, que bien puede calificarse de histórica en el tema de los Seminarios en España, don Marcelo hacía un valiente y agudo análisis de la situación y, dejando fluir su amor apasionado por el sacerdocio católico ya demostrado en escritos anteriores, acierta en las soluciones propuestas. Y hablo de acierto, porque ahí están los frutos de aquel golpe de timón.

 

Voz solitaria en un desierto de dudas

Sin embargo, hay que notar que el reconocimiento del valor de esta pastoral en nuestros días, a la luz de los resultados, es fácil de entender, pero cuando vio la luz, era como una voz solitaria en un desierto de dudas e incertidumbres. Y lo que hoy es merecido reconocimiento, entonces no estuvo exento de incomprensiones, incluso en los ambientes eclesiásticos. A pesar de todo, la pastoral pudo ser bien conocida, gracias sobre todo a la difusión que de ella hizo L’Osservatore Romano. Es preciso haber vivido aquellos años –los años de la gran tribulación, como han sido llamados- en los que se quería echar por tierra todo, para captar en su contexto el valor de esta voz profética que iluminó el camino a seguir para muchos que vinieron después.

Y en esa pastoral, que considero programática del pontificado de don Marcelo en Toledo, se responde a la pregunta que el subtítulo plantea: ¿más sacerdotes o más seglares? Precisamente para que el laicado sea pujante y para que sea pujante toda la vida de las comunidades cristianas, es preciso que haya sacerdotes, más sacerdotes, muchos sacerdotes. Y que tales sacerdotes lo sean de acuerdo con las enseñanzas que el Concilio Vaticano II ha propuesto. La promoción del laicado no sustituye la función del sacerdote, sino que por el contrario la reclama más urgentemente.

Los resultados, visibles

Y de acuerdo con ese programa pastoral, don Marcelo ha dedicado sus mejores energías pastorales a la formación de sacerdotes y sacerdotes durante sus veinte años de pontificado en Toledo. Homilías de inauguración de curso, cartas pastorales con motivo del día del Seminario, trato personal con superiores, profesores y alumnos, muchas cartas personales haciéndose pedigüeño ante todo el mundo para sacar adelante económicamente una institución que necesita no pocos recursos, medidas de gobierno tomadas año tras año para mejorar el Seminario en todos sus niveles. Ahí está el resultado visible, cuyo fruto más importante no es perceptible en este mundo: cerca de trescientos nuevos sacerdotes en estos veinte últimos años han sido formados en el Seminario de Toledo para la diócesis de Toledo, para otras diócesis de España y para la Iglesia universal, particularmente para la Iglesia en Hispanoamérica. Probablemente no haya otro caso semejante en el mundo occidental, precisamente en unos años en los que la crisis de vocaciones ha llegado a su punto más bajo en España y en toda la Iglesia.

Las grandes crisis señalan momentos de nuevas y abundantes gracias del Señor para su Iglesia, a la que Cristo Esposo nunca abandona. Pero solo son capaces de aprovechar estas gracias quienes creen en la fuerza de Dios –en este caso en la fuerza del sacerdocio- y saben esperar contra toda esperanza en el fruto que a su tiempo será cosechado. Estas personas, que son verdaderos profetas suscitados por Dios para cada época, son las que saben leer a fondo los signos de los tiempos. Y una de estas personas ha sido don Marcelo para la Iglesia del post concilio en España en el tema de las vocaciones sacerdotales.

Publicado en el Padrenuestro
29 de junio de 1991

 

Inicio

Artículos